La historia que voy a contaros ocurrió hace un par de semanas y la presenciaron mis padres en riguroso directo. Os pongo en situación: vía de único sentido en ciudad y paso de peatones en las proximidades. Un peatón no hace uso de él y decide cruzar, como tantos otros, por donde le viene de la real gana, es decir, por el medio.
Quiso la casualidad que en aquel momento pasase por allí un ciclista que rápidamente se percató de la infracción del peatón y quiso reprimir su comportamiento. Para ello le hizo literalmente un afilador por sus cuartos traseros mientras le gritaba de viva voz: ¡HAY QUE CRUZAR POR EL PASO DE PEATONEEEESSS! Sublime.
Aunque lo mejor estaba por llegar. Doscientos metros más abajo, la calle finaliza en un cruce regulado por semáforos. El ciclista alcanzó la intersección y, sin inmutarse, decidió saltarse a la torera todas las normas de circulación escritas de una pedalada. El ciclista acababa de dar claros ejemplos de sufrir amnesia anterógrada, es decir, no era capaz de transferir los nuevos eventos a la memoria a largo plazo porque si no, no me explico su comportamiento.
Quizás fuese el día de los ciclistas porque unas pocas horas después, en un cruce, me encontré yo otro que circulaba tranquilamente mientras mantenía una conversación por el teléfono móvil. De nuevo, unos cuantos metros después, mientras yo esperaba en el semáforo con mi vehículo, el ciclista se saltó la luz roja con total impunidad. Por lo menos, ya había colgado.
En este caso un patrón común definía a los dos ciclistas: eran, digamos, ciclistas amateur ya que iban con bicicletas que pasaban las tres cifras, vestían equipación completa y se notaba en los músculos de sus piernas que no se dedicaban a ir únicamente a por el pan. Es decir, gente que pasa bastantes horas encima de estos vehículos y saben perfectamente a los problemas que se enfrentan cada día.
Entendería (aunque nunca defendería) que un chiquillo de 15 años o alguien que la coge ocasionalmente lo hiciese, pero nunca cierta gente que sabe de que se está hablando. Quizás falta algo de mano dura.