Siempre leí, y también oí, que marcas como Audi, Mercedes o Porsche, por nombrar algunas,organizan cursos de conducción para sus clientes, y algunos de ellos son cursos de conducción en condiciones y superficies “incómodas”: hielo, nieve, superficies deslizantes, condiciones adversas. Y siempre me pregunté, a la vez, ¿por qué solo se ofrecen estos cursos a los propietarios de coches deportivos o de alta gama?
La respuesta es obvia: quien se gasta más de 50.000 euros en un coche, puede permitirse pagar 500, 1.000 euros en un curso que implica un viaje y un cierto “lujo”. Quien se gasta 10.000, 12.000 euros… Pasamos al siguiente punto: un coche deportivo, un coche de más de 200 CV, puede ser inmanejable en condiciones comprometidas del firme o la climatología. Y si no que se lo digan a los iluminados que compran un superdeportivo y lo estrellan, siniestro total, a la primera de cambio. Más que deseables, en esos casos los cursos de conducción avanzados deberían ser obligatorios.
Pero, ¿qué pasa con la gente normal, que no accede ni podrá acceder a coches de alta potencia y prestaciones? ¿Por qué no promover estos cursos para cualquiera? Las situaciones cotidianas, la lluvia, el viento, la nieve, las placas de hielo, la niebla… esas nos afectan a todos, y vemos a diario pequeñas acciones, pequeños accidentes, incluso grandes accidentes que serían evitables si cada conductor tuviese la experiencia mínima para enfrentarse a ellos.
En dos semanas me he fijado en varias cosas: una amiga mía iba de copiloto en un coche, y la conductora perdió el control en una curva por una placa de hielo. Me consta que no iban demasiado deprisa, pero la sorpresa fue suficiente como para salirse de la vía y caer a la cuneta, donde parece ser que dieron alguna vuelta de campana (nada grave porque están las dos bien). Ayer, circulando por autovía entre Mérida y Badajoz íbamos metidos en una niebla espectacular, realmente había tramos donde no se veía nada prácticamente y otros tramos donde la visibilidad mejoraba considerablemente.
En dos ocasiones vi delante mía incorporaciones bruscas a la autovía (condiciones de visibilidad malas, niebla y oscuridad, con eso lo digo todo), en innumerables ocasiones vi luces mal puestas, en varias ocasiones vi cambios de carril sin indicar, en otras tantas vi eses en la circulación… ¿es eso materia susceptible de un curso? No, pero sí lo es el hecho de poder experimentar por uno mismo frenadas de emergencia, situaciones inesperadas, poder entrenar los reflejos y las manos para que una placa de hielo a velocidad moderada no nos envíe a la cuneta.
Es por eso que sigo sin entender que no haya una política más comprometida en concienciar a cualquier conductor de que vale la pena hacer este tipo de cursos, a la vez que no se si existe una política de subvenciones para ello, una inversión que ayudaría a la prevención de los accidentes y que redundaría en un ahorro indirecto en costes de asistencia, a la vez que los conductores serían más conscientes de los límites del coche (de su coche) y de sus propios límites. Cuando uno es consciente de sus propios límites, os aseguro que no se le pasa por la cabeza hacer determinadas maniobras.
Y diréis, ¿por qué hoy, precisamente, viene este hombre a darnos la “chapa” de nuevo con este tema? Porque he visto un vídeo del curso de conducción sobre nieve que organiza periódicamente Audi, y lo primero que pensé es “yo quiero”. Y es que yo, si no lo pruebo por mi mismo, no se qué esperar. ¿Y vosotros?